Mantos Negros
Para el año de 1683, la Colonización Española en el noroeste no había podido implementar su bota dominadora en la misma escala con lo que había hecho con el resto del País, ello a pesar de las iniciativas emprendidas desde los tiempos de Cortez, sin embargo paulatinamente fue ganando terreno y podemos considerar a fuerza de ser justos que estos logros se debieron al trabajo constante y organizado del Jesuitismo, cuyo elemento mas afamado fue el Padre Eusebio Francisco Kino que con su labor evangelizadora en forma simultánea trajo una sustancia socio—conómica para una grey incontaminada por los vicios implícitos de la conquista.
Su incontrastable entusiasmo lo condujo como explorador a los confines mas inhóspitos del desierto sonorense lo condujo como exporador a los confines más inhóspitos del desierto sonorense y de los beneficios que trajo consigo para el desarrollo de la comunidad regional fueron indudables, ya que mediante sus iniciativas ayudaron a una población desbalanceada por la miseria de la geografía.
Introduciendo técnicas y animales desconocidos hasta entonces en el hábitat nativo, cuya conquista se hizo realidad mediante el uso imaginativo del crucifijo, el arado y el rosario de semillas engarzadas en misterios de productividad, el mejor medio para subyugar hombres, los que después de calmar la hambruna de años de aislamiento, se refugiaron a un lado de los campanarios, lo que permitió el almacenamiento de los excedentes de las cosechas obtenidas, creándose con su ayuda un mercantilismo que no por ser misional , dejaba de sestear a la sombra de la ignorancia, más devota por estómago que por la doctrina que no comprendían, al propio tiempo su influencia hizo posible la penetración sistemática de su acción secular hacia las otras áreas de interés, ahora de tipo político , ya que por este medio lograban simultáneamente, sí no el control militar intrínsecamente, sí el acercamiento a dicho poder tan necesario en la sociedad para la protección de lo ya creado y lo que estaba por crearse conforme avazaban los curiosos geográficos y espirituales como él, cuyo ejemplo en este campo de la actividad humana, inspiró a toda una generación de pioneros del desierto como Salvatierra, González, Iturmendia, y Campos más algunos otros malogrados en el camino, por un martílogio consecuente con los abusos de una civilizción trasplantada por la fuerza de la superioridad armada.
En el año que hemos mencionado, el Almirante don Isidro de Atondo y Antillón organizó un nuevo intento con destino a la Baja California[1] que en ese tiempo era considerada isla para unos aunque no para otros y para el objeto estructuró un cuerpo expedicionario el cual quedó como cartógrafo y cosmógrafo un italiano de treinta y ocho años de nombre Eusebio Francisco Kino, natural de Segno Italia, e hijo de la Compañía de Jesús y otros dos hermanos de su cofradía -producto los tres- del semillero de las universidades alemanas auspiciadas por la Orden de Insbruck, Ingolstadt y Munich donde preparaban a sus infanterías misioneras, cuya influencia en el mundo de la época, fue fue como ha quedado dicho, lo más caracterizado, especialmente en el México Colonial.
El grupo de Atondo partió del puerto de Chiametla[2], Nueva Galicia el 18 de marzo de 1683 en dos naves que en espera de una tercera que nunca llegó, hicieron una escala técnica en el río Sinaloa en sitio conocido como San Felipe en las proximidades del actual Bamoa en donde por fin emprendieron la aventura de navegar por el Mar del Sur y entrar al Golfo de California anclando en La Paz, fundada por Vizcaíno en 1596[3] y donde a pesar del nombre fueron recibidos con hostilidad por los indios Guaycura quienes estaban ya curtidos en malas experiencias por el trato con anteriores viajeros europeos, llegados para cambiar espejos y cuentas de vidrio por perlas legitimas que ellos pescaban.
Los primeros intentos del Almirante, fueron evitar todo encuentro violento pero conforme pasaron los días aquella actitud de tolerancia fue mal interpretada por los nativos lo cual inevitablemente condujo al enfrentamiento donde la ventaja de las armas de fuego provoco la muerte de quince de los atacantes y pese a este triunfo los marinos se acobardaron al grado que atondo temeroso de un motín, condescendió para el reembarque levantando velas rumbo al norte donde hizo el reconocimiento de la costa de donde emprendió el retorno al macizo continental, llegando a punto ubicado entre la desembocadura de los ríos Sinaloa y Fuerte, donde permaneció un tiempo rumiando su frustación lamentándose de la cobardía de sus subalternos, a quienes convenció para iniciar una nueva entrada a la península, desembarcando el 6 de octubre en el sitio que le pareció adecuado, al cual bautizó como San Bruno, en donde permanecieron hasta 1686, ocupándose unos en exploraciones y otros en la catequesis con objetivo de colonizarlos en el fondo, pero los pocos incentivos encontrados, atondo y su grupo claudicó en su empresa, emprendiendo un regreso poco edifican te para el orgullo Virreinal[4].
La Real Audiencia escandalizada por el costo de la expedición y sin ningún producto en perlas u oro decidió que ya no le interesaba el control territorial a partir de Cabo San Lucas como respuesta a una petición del Capitán Francisco de Lucenílla, aunque en 1694 , se lo concedió al de igual grado don Francisco de Itamarra, quien no superó en ninguna forma la iniciativa de su predecesor[6], Kino decepcionado, pero no claudican te por su vocación misionera se traslado a la ciudad de los palacios a efectuar nuevas gestiones que resultaron anfractuosas para el regreso a la Baja California, pero en cambio obtuvo, por intermedio del Padre Provincial, el ser destinado a los reductos de las tribus seris y guaimas en Sonora y con esta medida interna el Virrey en turno, se quitó de encima a un solicitante con mucha enjudia que ya era un explorador y como tal emprendió la jornada norteña haciendo una escala en Guadalajara, que por consejos ajenos fue con el fin de pedirle a Cevallos Presidente de la Real Audiencia, que a los indios que habrían de estar bajo su autoridad los libertara del Repartimiento, que fue en aquellos tiempos una patente de esclavitud y maltrato y que por las inconformidades y rencores que provocaba impedían la pacificación de los ofendidos a quienes se pretendía subyugar por medio de la evangelización
Esta tenacidad de Kino, dio como resultado que le pusieran en las manos el texto de una Cédula Real expedida hacía poco por Carlos III y el misionero por este medio legal que se le anticipó a sus proyectos de compasión, le llevó excepción a sus futuros protegidos de las prácticas de explotación a que estuvieron sujetos en los Reales de Minas, decreto que por un lado liberaba a los conversos por veinte años, pero en cambio los encapsulaba a otra forma de dominio, más blando y persuasivo aunque empleando el eufemismo de una vida garantizada en el más allá, mientras agotaba sus esfuerzos en el más acá construyendo iglesias y misiones a precio de ganga con la mano de obra que le arrebataron a una minería incipiente, lo cual creó un divisionismo que causó a plazo el desplome de una actividad en beneficio de otra, lo que fue la pendencia de un sector para sujetarse a otro almibarado y convincente, pero no por ello menos dominante y expoliador en beneficio de los objetivos misionales que va traía en cartera.
Al llegar Kino se trasladó a Ures donde empleo todo su tiempo en un aprendizaje intensivo de las lenguas Pima y Opata después de esto se fue al Cuartel General Jesuita localizado en Oposura (Moctezuma) a donde le precedió una bien cimentada mala fama de cura revolucionario y libertador de indios. Recibió allí del Padre Visitador, don Manuel González, instrucciones para integrarse a las vanguardias de este ejército ya ubicadas en la Pimería Alta y no entre los Seris como previamente había solicitado y como de una comisión a otra, huno poca diferencia, el 13 de marzo de 1687 se introdujo a la región fronteriza llegando a la Misión de Cucurpe a cargo del Padre José de Aguilar, que solo era un enclave minúsculo del Imperio Español establecido en el territorio con miles de esfuerzos desde hacia ciento cuarenta y seis años como fruto del génesis de una ruta hacia Nuevo México descubierta por Vásquez Coronado, .siguiendo las cuencas de los ríos Sonora, San Miguel. San Pedro y Bavíspe que en general corren paralelos a la vertiente oeste de la Sierra Madre.
Como primera providencia, Kino decidió iniciar su cometido en el pueblo Pima de Cósari donde fundó la Misión de Dolores, al norte de Cucurpe, en donde estaba cerca y al mismo tiempo independiente de posibles influencias de compañeros de hábitos que ie pudieran hacer sombra a sus proyectos que eran notoriamente más ambiciosos y autónomos y ya para 1693, su primera fundado era según propia expresión:"...una buena iglesia con siete campanas, bien provista de ornamentos, manteles v altares; un molino de agua, taller de carpintería, otro de herrería, ganado vacuno y bovino, caballos, una granja, viñas y una bodega..." o sea el patrimonio incipiente que con el tiempo lo haría entrar por la puerta; grande de la historia como promotor de la economía regional que impulsó con sí deambular constante y como dice Charles Polzer en su promoción sobre el Padre de la Pimería:
"El entusiasmo del Padre Kino se convirtió en catalizador para una nueva economía del desierto. Los Pimas habían cultivado sus tierras durante muchas generaciones, pero jamás habían conseguido tanto como bajo la sabia administración de su nuevo misionero..Los peores años fueron los primeros. La presencia de Kino no fue bien recibida por los colonizadores mineros, situados a lo largo de los ríos Bacanuchi y San Miguel, y no fue vista con agrado por los hechiceros, quienes resintieron la oposición del Padre a su dominio tribal y a sus prácticas supersticiosas. Pero un programa desarrollado con los nativos y una actitud de abierta franqueza con los españoles, vencieron la oposición al cambio y a la cristianización."
Claro es que los conceptos anteriores son una visión axiomática de un autor identificado con el personaje, pero parte de la problemática regional se comprimió a los elementos básicos de subsistencia del individuo común, constreñido a una actividad reñida por la limitación del medio, que aunque dotado de recursos naturales, estos no se podían explotar por una serie de vicios administrativos de los dos rectores sociales: el civil y el religioso, ambos participando en una serie de contradicciones ideológicas, cuya retrocarga más significativa la sufrió la actividad comercial, considerada entonces como mínima por no decir inexistente, pues no había en la provincia arriba de quince establecimientos que ofrecieran las mercancías y los alimentos de primera necesidad.[1]
Lo cual en razón directa de la demanda en esta dispersión geográfica, necesariamente tuvo que provocar el alza abusiva de los precios en detrimento de los bolsillos exhaustos del comprador; a esto habría que sumar la usura imperante que se tradujo en préstamos leoninos usando la cartera del fiado de las mercaderías o por medio del cambalache desproporcionado por la falta de moneda circulante, que a] mismo tiempo provocó los kilos mermados por un fiel de la balanza ajustado a la avaricia del vendedor y en perjuicio primario del indígena, ignorante del valor de todas las medidas, fueran almudes, varas, tejos o reales usados en la vida cotidiana por los changarreros cuya culpa fue compartida en un símil delictivo en que cayeron algunos frailes con mayor vocación fenicia que pastoral, de lo cual fueron acusados ante las autoridades virreinales. Sin embargo toda medida correctiva cayó en terreno infértil por la actitud de rebeldía en que se escudaban aquellos para los que solo contaba el margen de su propio interés, como con el otro eslabón de los pretextos doctrinarios que encubrieron la realidad prosaica del agio sin paliativos interpretativos, pero que entonces quedaron en el limbo de la conveniencia.
Esta actitud egoísta, vio solo e! horizonte de la propia organización como considerándose a sí mismos desvinculados del resto de la sociedad, impidiendo hasta donde les era posible, que el colono, cualquiera que fuera su actividad, se mezclara en la supuesta privacía de su patente, ya que los indios que avecindara en ios Pueblos de Misión, quedaban bajo su influjo y los cuales renunciaron; usufructo de las actividades que les enseñaban en el campo artesanal y agropecuario y como pago de la colegiatura, la mitad del tiempo tuvieron que destinar a la construcción de sus iglesias y la otra mitad, para buscar satisfactores personales y familiares, dedicados a una mínima agricultura, inseminada contó matices suaves y los términos medios de la salvación del alma.
Como ha quedado previamente narrado y por lo que habremos de narrar la Colonia en el noroeste fue obteniendo pequeños logros y fue evidentemente una compra en abonos con pago de sangre de las dos razas, aunque en un porcentaje mínimo en perjuicio de los recién llegados en cabalgaduras, con petos de metal) arcabuces impregnados de pólvora. Por la escasa y muy diseminada demografía regional, los enfrentamientos efectuados, reportaron bajas humanas que suenan irrisorias si se las compara con otras ocurridas en el altiplano meso-americano, sir embargo en esta zona eran tanto o más sensibles en razón directa de la precariedad del medio en que se llevó a cabo el ensanchamiento de estos establea mientes blanqueados por la raza.
Y a este medio ambiente fue al que se integro Kino en sus primeros tiempos y como todo innovador, -lo dice Poker- encontró una cerrada oposición con lirios y Tróvanos[2], primero de parte de los colonos asentados en plan de expoliación inmisericorde y en segundo término de parte de un sacerdocio contagiado de los vicios del paisanaje, que en sociedad cavaron una cloaca de envidias dentro del grupo misional, siendo la cuña más apretadora por ser del mismo palo, el Padre Francisco Mora, quien desde su sitial de privilegio como superior jerárquico, trató de desvirtuar al recién llegado mediante un epistolario cargado de veneno secular.[3]
Como consecuencia de esta insidiosa campaña contra el ambicioso padre Kino y los indios pendencieros que están a su cargo, llegó como Visitador General el Padre Juan Mana Salvatierra a principios del año de 1690, investido de plenos poderes para actuar con drasticidad si así era necesario.
Pero conforme constató los logros obtenidos por el acusado en comparación de los de sus acusadores, el comisionado no dudó en darle el crédito a quien lo merecía y en una plena identificación de ideales, emprendieron juntos una peregrinación por las misiones ya fundadas por Kino en 1687: la de Dolores, San Ignacio y Tubutama, habiendo sido esta oportunidad que el italiano aprovechó para inocularle a su superior el virus de la conquista de California, empleando una hipodérmica alucinante de ayudas pecuniarias sonorenses para el proyecto que por su nuevo derrotero ya Kino no podía llevar a cabo, lo cual se convirtió en incentivo irrecusable para poner manos a la obra los dos idealistas que a partir de entonces conjugaron esfuerzos para establecer la hegemonía de poder hispano por la vía de los modos suaves y convincentes de la doctrina.
Una vez consolidada su situación personal, Kino decidió hacerlo con su cadena de misiones y visitas en vecindad peligrosa con la Apachería belicosa ; renuente y para ello le fue necesario afianzar cada uno de íos eslabones buscando la alianza con los Sobaipurís, la rama guerrera de los Pimas, quienes fueron lo candidatos ideales para enfrentarlos y mediante un pacto al estilo de Cortez con los Tlaxcaltecas, para 1692 el Manto Negro logro un muro defensivo que s reforzó con cada amanecer de una paz lograda preparándose, para la guerra, paz que previamente no habían disfrutado sus aliados, los cuales Con una dirección inteligente, de esta forma pagaban el arraigo regional en un medio infectado por la apatía, hija de la ignorancia.
A finales de 1693, el Padre con la tranquilidad que le b brindaban su espaldas protegidas con la alianza concertada, organizó una expedición hacia la desembocadura del Río Altar llegando hasta el cerro del Nazareno y pensó que había divisado el perfil difuso de la península de enfrente, cuyo inconsciente lo hacía apuntar hacia allá como si fuera su norte magnético, y fue en esta ocasión cuando conoció y se asoció con el Alférez de la Compañía Volante, don Juan Mateo Mange. un aragonés de veintitrés años quien llegó al Estado siguiendo los puestos directrices de su tío don Domingo Jironza Petriz de Cruzat. el cual el mismo año había arribado con nombramiento del 2 de marzo, para hacerse cargo como Capitán Vitalicio de la citada Compañía con base en el Presidio de Santa Rosa de Codoréhuachi (Fronteras) y casi enseguida -el 7 de octubre- fue nombrado Alcalde Mayor de la Provincia y Teniente de Capitán General
Las relaciones entre Kino y el Alférez Mange fueron cordiales y simpatizantes al principio y durante cierto tiempo y según don Francisco Almada, fue Mange quien por boca de los indígenas se enteró por primera vez de la existencia de los ríos Gila y Colorado, así como de las ruinas de Casa Grande existente en las márgenes del primero.
Lo probable es que, estos informes debe habérselos dado a conocer y juntos empezaron a madurar la idea de averiguar, pero entre tanto, la obsesión de! fraile lo hizo fraguar la idea del cruce por mar hacia la Baja y para el objeto tuvo la peregrina idea de construir un bajel en Caborca que desarmado llevarían hasta la playa; mientras Kino en dicho punto preparaba las maderas. Mange la emprendió a explorar el rumbo hacia el mar, arribando nuevamente a la sierra del Nazareno que cruzó, sin mencionar en esta ocasión la vista del espejismo californiano; descubrió unas salinas que bautizó como Santa Balbina de donde recogió un saco de muestra que le llevó a Kino a Caborca y este que había terminado con su corte de árboles, decidió el regreso a Dolores a donde arribaron el 4 de abril de 1694, viaje redondo que les tomó quince días.[4]
Dos meses después, emprendieron el segundo viaje al mismo lugar, saliendo el 6 de junio con objeto de ver si las maderas cortadas previamente ya estaban a modo de labrarse; aunque lo iniciaron cada uno por su lado, Kino por el rumbo de la costa y Mange hacía el norte llegó a las fuentes del río Tubutama y arribó al Sáric, donde empleando las faramallas acostumbradas dio varas de mando a los indios que encontró, simbolismo que consistió en un simple bastón con colgajos de listones y abalorios con el que compraron voluntades durante la conquista, sin faltar desde luego la catequesis acostumbrada de los dogmas.
Permaneció en esta vecindad hasta el día 9 y continuó su viaje de proselitismo rumbo a otras rancherías de que tenían conocimiento en donde fue repitiendo aquel ritual que suspendió al día siguiente en que tomó rumbo al sur hacia la cita con don Eusebio, encontrándose con la novedad de que se había cancelado todo el proyecto del bote, debido a que el nuevo Padre Visitador Juan Muñoz de Burgos le había girado órdenes en este sentido, lo que comprobó que donde manda capitán no gobierna el marinero. En este lugar Juan Mateo Mange se enfermo probablemente de alguna fiebre intestinal que con escalas obligadas, solo curó hasta llegar a San Ignacio donde el Padre Agustín de Campos la hizo de médico y enfermero y una vez superado el trance se fue al reencuentro con Kino, el que ya estaba en Dolores esperándolo.[5]
Mange cuenta en su Diario. Tierra de Luz Incógnita, que en su viaje a Tubutama se había enterado de algunos abusos que cometían los jefecillos al servicio de los sacerdotes y relata el caso de unos tales Nicolás Castrioto y Antonio "N" servidores del Padre Daniel Januske quienes medio mataron a palos a dos indígenas que trabajaban en la Misión: a uno por haberse apropiado de un poco de trigo y a! otro por haber matado por accidente a una muía que creyó era de indios alzados y no conformes con ello, todavía llamaron al Capitán don Antonio Solís, un sátrapa con uniforme, quien encima de los golpes anteriores les propinó ¡os de su firma para que aprendieran la lección.
En el mismo pasaje de su relato, agregó que el citado Solís, primer actor de este patético episodio, con motivo de un incidente ocurrido en el mes de marzo de 1694, culpó a los Pintas de Motutícachi de estar coludidos con los Apaches en el robo de unos semovientes y la muerte de unos jornaleros en la Mina los Tepetates, por lo que emprendió una redada que comprendió el rio de Terrenate y siguió hasta los asentamientos de San Javier del Bac donde encontró alguna incriminación y ya de regreso en otra ranchería a donde arribé al tropel, provocó la desbandada de los infelices pobladores y viendo tendida, poco de carne oreada, pensó era de la caballada robada que buscaba atrabancadamente la emprendió con los que corrían matando a tres y azotando a los que pudo apresar, todo para comprobarse que la cecina era de un venados habían matado los afectados, abusos que aparentemente provocaron continuación la rebelión cuyo desenlace terminó con la muerte del Padre Solís que a continuación quedará narrada.
De este tipo de crímenes cometidos por los españoles con la tolerancia del clero, existen muchos antecedentes y fue un hecho conocido, entre otras razones que cuando se trataba de castigar alguna falta de los asociados a la Misión les mandaba atar a un poste para ser azotados públicamente y en algunas ocasiones cuando el número de latigazos era excesivo, el Padre ya de acuerdo con el verdugo, simulaba la intercesión en favor del condenado y tanto si porque rebajaban la pena, como que no, este todavía le daba las gracias a semejan jueces, los que representaban tal comedía para no perder el ascendiente sobre demás.
Referente ni viaje que efectuó solo Kino para comprobar la existencia las ruinas de Casa Grande a un lado del Gila, relató Mange que por andar en actos de servicio militar no pudo certificar el informe que le había proporcionado primero y agregó que: cuando a mí me noticiaron los pimas de ellas, esta incrédulo su Reverencia algún tiempo, hasta que viniendo a verlo a los Dolores algunos indios de la población de San Javier del Bac, preguntándoles se certificaron y te acompañaron de guías para ir a verlas.*" lo cual confirma asegurado por don Francisco Almada en su obra monumental.
Una consecuencia de todos estos atropellos y abusos ocurrió a finales marzo de 1695, cuando los Pimas Altos ofendidos por Solís, se sublevaron con sus opresores y atacaron la Misión de Tubutama incendiando los campos labrantíos y saqueando los pueblos aledaños al río Altar y el 2 del mes de abril arribo a Caborca un grupo procedente de Oquitoa y cubiertos de furia sanguinaria, a puertas del templo asesinaron al Padre Francisco Javier Saeta, mártir sacralizado por la santa sede de la leyenda, supuestamente abrazado a una cruz que la tradición venera como reliquia en el templo de Arizpe, Son., cuya autenticidad revelo el mismo Mange, por haber sido él junto con su tío don Domingo Jironza quien se apersonaron en es lugar de los hechos a recoger los restos de Saeta, que fue parcialmente incinerado por el grado de descomposición en que lo hallaron junto con los otros sirvientes que corrieron su misma suerte.
En la comitiva fueron acompañados por los Capellanes Agustín Campos y Fernando Baierca, habiendo sido el primero el encargado de juntar ornamentos del culto parcialmente destrozados, aunque la cruz legendaria fue levantada por Mange y se la donó a Kino quien para su veneración la colocó en capilla de la Misión de Dolores, sin embargo la fecha de su traslado a Arizpe no conocemos, aunque algo debe haber de cierto en este hecho, puesto que Mange sus últimos años vivió en tal sitio, aunque también lo hizo en Banámichi y Motepori y bastante tiempo en Bacanuchi.
Es claro que la venganza cristiana no se hizo esperar pues el apersonamiento de un General como Jironza no fue como para tomarse a broma y una vez hechos los servicios de rescate y funerarios, ordenó a su escuadra la persecución de los villanos que en distintos puntos fueron acosados, muriendo también ; algunos que no tomaron parte en el ataque, pero con estas acciones, lejos aplacar la situación la complicaron mas, por lo que Kino propuso una tregua que Jironza aceptó, para lo cual convocaron a una junta de avenimiento en un lugar conocido como El Tupo, lo que sucedió el 9 de junio y en este cónclave tumultuario
[1] Clavijero Fco. J. Hist. De la Antigua Baja California, pag 81
[2] Hoy Chametla, es donde se encontraba la cabecera principal de los Totorames, grupo étnico que estaba asentado desde la zona de los ríos Piaxtla hasta Las Cañas. Fue Nuño Guzmán de Beltranes uno de los principales conquistadores de la Nueva España quien logró apoderarse de la zona noroeste y llegó a territorio Totorame en 1531, quedando fundado como "Villa de Chametlán", un 20 de enero.
[3] Del Río, Ignacio Memorias V Simposio de Historia, Pag 72
[4] Clavijero, Francisco J. Historia de la Baja California, Pag 81 a 86.
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